En el ámbito del almacenamiento para PC, a día de hoy únicamente se utilizan las interfaces SATA y PCIe ya que son las que más se han extendido. Sin embargo, existe una tercera interfaz llamada SAS que si bien su uso no se ha extendido apenas en el ámbito doméstico, a día de hoy sigue siendo uno de los estándares más utilizados en el entorno empresarial. En este artículo te vamos a contar en qué consiste la interfaz SAS, cuáles son sus características y por supuesto en qué se diferencia de la habitual SATA.
Los usuarios de PC doméstico estamos acostumbrados a la interfaz SATA, pues es tan sencilla como conectar los cables de alimentación y datos y listo, el disco duro está listo para funcionar. Utilizamos esta interfaz básicamente porque así lo decidieron los fabricantes de placas base, que únicamente integran conectores SATA desde hace mucho tiempo, y si quisiéramos utilizar la interfaz SAS, por lo tanto, tendríamos que recurrir a tarjetas de expansión (no nos valdría con un adaptador porque necesitan su propia controladora, igual que SATA).
SAS son las siglas de Serial Attached SCSI, y es una interfaz de transferencia de datos en seria sucesora precisamente de SCSI, que es en paralelo. A pesar de que SAS sigue utilizando comandos SCSI para interaccionar con los dispositivos, aumenta la velocidad y permite conexión y desconexión rápida «en caliente», sin tener que apagar ni reiniciar el equipo.
La primera versión de este estándar apareció a finales de 2003 y se llamó SAS 300 en su momento porque tenía un ancho de banda de 3 Gbps, aumentando ligeramente la velocidad de la interfaz a la que sucedía. No tardó en llegar la evolución, SAS 600, que proporcionaba una velocidad de 6 Gbps equivalente al actual SATA 3, pero en 2015 esta interfaz fue mejorada y alcanza los 12 Gbps, doblando el rendimiento de la interfaz SATA 3.
Una de sus principales características, además, es que aumenta la velocidad de transferencia de un sistema al aumentar el número de dispositivos conectados, es decir, es capaz de gestionar una tasa de transferencia constante para todos los dispositivos conectados, eliminando la limitación de «solo» 16 que tienen SATA y SCSI.
Para empezar, encontramos diferencias físicas sustanciales entre un disco o conector SATA y uno SAS, ya que como podéis ver a continuación la interfaz SATA tiene los conectores de datos y alimentación separados por un hueco, mientras que el conector SAS está junto aunque separado por un trozo de plástico. Esto es así para impedir que se pueda conectar un cable SATA a un disco SAS ya que las controladoras SATA no son capaces de manejar estos discos, y sin embargo a la inversa sí que es posible, es decir, puedes conectar un disco SATA a una interfaz SAS sin problemas y la controladora lo reconocerá.
Como ya imaginaréis el cable de la interfaz SAS está unificado en un único conector tanto para alimentación como para datos, y esto también es un punto diferenciador ya que la controladora SATA está integrada en la placa base, mientras que solo las placas base de servidor incorporan controladora SAS y si quisiéramos utilizar discos SAS en un PC doméstico tendríamos que comprar una controladora en forma de tarjeta de expansión PCI.
Por cierto, que en este caso es la propia controladora la que provee de energía al disco duro y por este motivo se pueden utilizar con un único conector en lugar de tener datos y alimentación por separado como sucede en los discos SATA.
Por otro lado, y aunque en el pasado existieron discos duros SATA con más de 7200 RPM de velocidad de giro en sus platos (como los famosos Velociraptor que triunfaron en su momento por ser los discos duros mecánicos más rápidos del mercado), en general están limitados a esa velocidad porque la interfaz no da más de sí; sin embargo, cuando hablamos de discos SAS lo habitual es que partan de 10.000 RPM, pudiendo llegar a unidades de 15.000 RPM en algunos casos.
En líneas generales los discos SAS son mucho más rápidos que los SATA, pero también más fiables. Dado que la interfaz es capaz de funcionar al doble de ancho de banda, su velocidad de transferencia es también mucho mayor, pero especialmente es mucho mayor su capacidad de gestionar peticiones de entrada y salida (IOPS). Por poner un ejemplo, la industria acepta que el valor medio de un disco SATA es de 80 IOPS mientras que un disco SAS 15K (de 15.000 RPM) puede tener hasta 180 IOPS. Esto son medias que se basan en cargas de trabajo tanto bajas como intensas.
Hablando de fiabilidad, acabamos de mencionar que los discos SAS son más fiables que los SATA, y volviendo al tema de las medias la industria acepta que un disco SATA tiene un MTBF (tiempo medio de funcionamiento antes de fallar) es de unas 700.000 horas, mientras que el MTBF en un disco SAS llega a 1,2 millones de horas.
Finalmente, también encontramos diferencias en cuanto a las capacidades, donde los discos SATA ganan de forma clara. Si hablamos de discos en formato de 3,5 pulgadas, tenemos unidades comerciales de 14 e incluso 18 TB en el mercado a los que cualquier consumidor (que tenga dinero) puede acceder, mientras que los discos SAS de mayor capacidad que hay en el mercado incluso a día de hoy son de 2 TB. Obviamente, estos discos están pensados para el ámbito empresarial y para funcionar en sistemas RAID muy avanzados y complejos, aprovechando su mayor ancho de banda para cargas de trabajo mucho más intensas a las que no se someten en el ámbito doméstico.
Ahora bien, respondiendo a la pregunta de si un disco SAS es mejor que uno SATA la respuesta es, claramente, que sí, es mucho mejor en términos de rendimiento y fiabilidad. Ahora bien, teniendo en cuenta su limitada capacidad, el hecho de que necesitas una controladora dedicada y que la industria no los vende mucho en el entorno comercial, desde luego no merece la pena que te preocupes por hacerte con uno: es mejor que sigas utilizando discos SATA por ahora.